A veces me siento fallecer. Con el sol incidiendo directamente sobre mi cuerpo y esta presión de verme rodeado por tantos otros. Todos pegados, apelotonados en estos pisos interminables. Necesito que me dé el aire, que alguien me tienda la mano y me saque de aquí. Que sepa leer entre mis páginas todo lo que me callo y guardo dentro. Pero no me escuchan.
—¡Estoy aquí! ¿No me veis?¡Sacadme!
Y de pronto, un día, un 23 de abril, una bibliotecaria me recuerda, viene a buscarme, me saca y me coloca en el mismísimo centro de una estantería protegida por el sol. Me expone ante todo el mundo para que me elijan a mí. Solo a mí.
Y yo ahueco mis páginas y vuelvo a renacer.
¡Feliz Día del Libro!