La cuarentena

Y ya está. Solo queda obedecer y salir adelante. Los años no pasan en balde. Atrás quedan noches de cine, tardes en el sofá, comidas caseras, sobremesas interminables. Sábanas limpias, nevera rebosante, mesa puesta, risas, berrinches, peleas, besos y babas. Mimos, cuidados, hogar. Dejo estanterías vacías, un armario desolado, el viejo escritorio en penumbra y parto. Mis padres, radiantes, impacientes, orgullosos, firmes se despiden de mí al pie de la escalera. No tengo otra opción, ya no puedo volver, ha llegado la hora. Con lágrimas en los ojos, me aferro a mis dos contratos: el de trabajo y el de alquiler y salgo solo a enfrentarme al ancho mundo.

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