
Al profesor de lengua se le hizo bola la pérdida de la tilde en solo. Al principio era una molestia leve, como de empacho, pero fue convirtiéndose en un dolor de estómago crónico. El asunto empeoró bastante cuando la jefa de departamento lo llamó al orden por acentuar guion. Al final, se vio obligado a presentar la baja y a trasladarse a una casa de retiro.
Quiso la mala suerte que un profesor de matemáticas fuera a parar a la misma residencia que él. Este tenía por costumbre escribir siempre en mayúsculas. Por sistema. Y se dedicaba a pasarle notitas en las horas de las comidas, ya que en el comedor no se podía hablar.
Ni los psicólogos, ni el director, ni nadie entendió nunca por qué el profesor de lengua acabó clavándole en la mano un lápiz afilado al de matemáticas. Ni tampoco quedaron muy claras las circunstancias que lo hicieron empeorar.
Cuentan que vaga por los campos recitando versos de Góngora e incluso algunos juran que lo han oído cantar.
Foto de Eve Arnold. Propuesta por Amparo Hoyos, para Valencia Escribe.