
Mi amiga Miren siempre la lía con los hombres. Es que ella es muy extrema. Lo da todo, se deja llevar por la pasión. Quizá por eso sus relaciones duran poco. Logró abrumar hasta al más alto exponente del empalagoso mundo de los osos amorosos. Aburrió al macarra con la chupa de flecos que la invitaba a chupitos sobre su moto y no superó la primera semana con el hombre de negocios que solo tomaba cava en las comidas porque la cerveza le parecía una bebida barriobajera.
Ahora se ha colado por un chaval de 20 años que hace tatuajes. Dice que no puede vivir sin él y que le ha encargado un regalo para que la recuerde mientras están separados.
Me lo ha enseñado en el escaparate de la tienda, antes de entrar a recogerlo.
La he abrazado muy fuerte porque la quiero, porque no sabía si reír o llorar y porque hay cosas en esta vida que no tienen remedio.
Para los Viernes creativos de «El bic naranja».
Para Miren, me he tomado la libertad de usar su nombre.